La puerta de la biblioteca se abre con lentitud reverencial. Libros de todos tipos y tamaños se encuentran en estantes de madera oscura, con diseños intricados, tallados en los costados. Velas escuálidas alinean los estantes, su llama cálida y parpadeante y definitivamente un potencial de incendios.

El suelo está cubierto de cobijas y almohadas, lanosas y cómodas, que te invitan a acostarte en ellas. Notas que alguien dejó seis libros delgados abiertos sobre las almohadas, todos escritos por Santiago, listos para ser leídos.

También hay una pila de papeles gruesa en una esquina, con una x roja en cada uno. Te estremeces. Rechazos espeluznantes, apilados con orgullo en aquella esquina por alguna razón. Que tipo más raro.
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